El 24 de junio 18 personas perdieron la vida en el lado marroquí de la valla de Melilla, 76 resultaron heridas, 13 de gravedad. También hay heridos entre las fuerzas de seguridad marroquíes y españolas. Al menos 133 personas, la mayoría sudaneses huyendo de la guerra y la hambruna, llegaron al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de la ciudad autónoma. Donde 49 agentes y 57 inmigrantes también resultaron heridos, según datos oficiales, en el lado español.
Ante la gravedad de estos hechos que vienen a sumarse a otros en el pasado tanto en Ceuta como en Melilla, los obispos responsables de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y la Movilidad Humana de la CEE:
Lamentamos profundamente las pérdidas de vidas humanas y confiamos en el pronto restablecimiento de todas las personas heridas. Al mismo tiempo, expresamos nuestra solidaridad y cercanía, a sus familiares y compañeros.
Nos solidarizamos con la preocupación de los habitantes en las ciudades fronterizas, y agradecemos a la Iglesia diocesana de Málaga su labor de acompañamiento a los migrantes y refugiados, haciendo nuestro el comunicado emitido por su delegación de migraciones.
Esperamos que las autoridades competentes contribuyan al esclarecimiento de los hechos y a tomar las medidas oportunas para que no vuelvan a suceder.
Ante las diversas lecturas que se hacen de estos hechos violentos, invitamos a contextualizarlos con una mirada humanitaria donde, al tiempo que entendemos la necesaria regulación de flujos migratorios, debemos considerar la situación crítica y de miseria, en la que se encuentran miles de migrantes subsaharianos hacinados al otro lado de la frontera de España. No son “invasores”, solo son seres humanos que buscan llegar a Europa huyendo de guerras activas (57 en el mundo, 30 en África) y hambrunas, agravadas por las consecuencias de la guerra en Ucrania, y la sequía y las plagas provocadas por el cambio climático. Ante este drama humanitario proponemos evitar un uso partidista y demagógico del complejo desafío de las migraciones, y analizar este drama humanitario desde las claves que nos ofrece la Doctrina Social de la Iglesia.
Tal como la Iglesia ha planteado en los foros europeos e internacionales, recordamos que necesitamos humanizar e implementar nuevas políticas migratorias que tengan en cuenta la gravedad de la presión migratoria. Así por ejemplo, España carece de espacios o recursos donde emitir visados en muchos países africanos de donde proceden miles de migrantes susceptibles de solicitar protección internacional. La Iglesia aboga en todos los continentes por contribuir a salvar vidas, acoger y proteger a las personas migradas. Necesitamos una migración ordenada a través de vías legales y seguras, así como fomentar la colaboración al desarrollo con los países que sufren guerras, conflictos y hambrunas. La externalización y militarización de las fronteras por sí solo, no terminará con los problemas y las causas que provocan la movilidad de millones de personas migradas, refugiadas o desplazadas en el mundo. Invitamos, por tanto, a dar pasos de humanización, a analizar y afrontar esta nueva crisis dese la necesidad de protección de todo ser humano y el empeño por establecer con urgencia vías de acceso legales y seguras.
Fuente: conferenciaepiscopal.es
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