La semana pasada, en nuestro podcast Raíces, conversamos con dos especialistas en salud mental que han trabajado con población migrante en España y Estados Unidos. Lo que nos compartieron es estremecedor: el número de personas migrantes que atentan contra su vida está en aumento, especialmente entre los más jóvenes.

El sueño de una vida mejor que impulsa a miles de personas a migrar a estos países choca con una realidad mucho más dura. La salud mental de los migrantes sigue siendo una crisis invisible, ignorada tanto por las autoridades como por gran parte de la sociedad. A pesar de las alarmantes cifras que evidencian el sufrimiento psicológico de este colectivo, el acceso a atención especializada es limitado, cuando no inexistente. La precariedad laboral, la discriminación, la incertidumbre sobre el futuro y las condiciones de vida indignas crean un entorno donde la desesperanza se arraiga y, en muchos casos, lleva a desenlaces trágicos.

Es urgente que se deje de minimizar esta crisis. La salud mental no es un lujo ni un tema secundario: es un derecho fundamental que debe ser garantizado para todos, sin importar su origen o estatus migratorio.

En España, un estudio reciente de la ONG Columbares revela una preocupante realidad: el 34,8% de las personas migrantes no ha recibido atención médica cuando la ha necesitado. Además, el 70% de este colectivo vive en condiciones de hacinamiento, compartiendo habitación con más de dos personas. En cuanto a la salud mental, el 11,8% de los migrantes manifiesta haber tenido ideas suicidas tras su llegada al país. Estos datos reflejan una situación alarmante en la que la falta de acceso a servicios de salud y las condiciones de vida precarias afectan gravemente el bienestar psicológico de los migrantes.

Estos datos evidencian que en España los migrantes se ven afectados por la falta de acceso a servicios de salud mental, las condiciones de vida precarias y el estrés asociado al proceso migratorio. Sin embargo, las políticas de salud y los sistemas de atención médica varían entre ambos países, lo que influye en la magnitud y naturaleza de estos problemas.

Resulta imperativo que España reconozca la importancia de abordar la salud mental de los migrantes de manera integral. Esto implica no solo mejorar el acceso a servicios de salud, sino también implementar políticas que aborden las causas subyacentes del estrés y la ansiedad en los migrantes, como la inseguridad laboral, la discriminación y la falta de apoyo social.

La salud mental de los migrantes no puede seguir siendo una cuestión marginal. Es responsabilidad de las sociedades receptoras garantizar que todos los individuos, independientemente de su estatus migratorio, tengan acceso a los recursos y apoyos necesarios para preservar su bienestar psicológico. La invisibilidad de esta problemática debe erradicarse con urgencia, para que la dignidad de las personas migrantes sea protegida no solo en lo material, sino también en lo emocional y psicológico.

Un proceso migratorio marcado por el sufrimiento psicológico

El proceso migratorio, que inicialmente se asocia con la esperanza de un futuro mejor, se convierte rápidamente en un caldo de cultivo para el sufrimiento psicológico. Según el estudio de Columbares, un alarmante 11,8% de los migrantes ha tenido ideas suicidas, mientras que un 14,5% ha expresado que la vida no merece ser vivida. Las causas de esta crisis emocional son diversas: el trauma del desplazamiento, las condiciones precarias de vida, el hacinamiento, la discriminación laboral y el miedo constante a la repatriación.

Uno de los aspectos más preocupantes es la exclusión del acceso al sistema de salud, particularmente entre los migrantes en situación administrativa irregular. El estudio indica que un porcentaje significativo de migrantes ha tenido que automedicarse debido a la imposibilidad de recibir atención profesional. Esto es una clara muestra de que el sistema sanitario español no está cumpliendo con su objetivo de universalidad, a pesar de que la legislación vigente garantiza la atención sanitaria básica a todas las personas, independientemente de su estatus migratorio.

El hacinamiento y la precariedad como detonantes del deterioro emocional

El estudio de Columbares también revela que el 70% de los migrantes en España viven en condiciones de hacinamiento, compartiendo habitación con más de dos personas. Esta situación genera un ambiente de incomodidad, tensión y sufrimiento, que impacta directamente en la estabilidad emocional de las personas. La falta de acceso a una vivienda digna y el constante estrés por la incertidumbre económica incrementan los niveles de ansiedad y depresión entre los migrantes.

Las mujeres migrantes enfrentan una doble vulnerabilidad, ya que, además de los factores mencionados, deben lidiar con situaciones de violencia de género y acoso sexual, especialmente en el ámbito laboral. Es inadmisible que el 32,2% de los migrantes trabajadores reconozcan que sus empleos son estresantes o muy estresantes, y que muchos se enfrenten a condiciones de explotación y discriminación. Esta precariedad laboral no solo repercute en la economía de los migrantes, sino que también contribuye a su desgaste físico y emocional, lo que genera un círculo vicioso difícil de romper.

La indiferencia de las autoridades: una falta de compromiso con los derechos humanos

A pesar de las cifras alarmantes, la respuesta de las autoridades españolas ha sido insuficiente. La falta de estrategias públicas para atender la salud mental de los migrantes y la ausencia de programas de apoyo especializados reflejan una preocupante indiferencia ante el sufrimiento de este colectivo. Organizaciones como Columbares han denunciado que el sistema de salud público no cuenta con los recursos necesarios para atender las necesidades psicológicas de los migrantes, lo que los deja en una situación de desprotección.

El gobierno español ha promovido algunas medidas para mejorar la inclusión de los migrantes, pero estas acciones no han abordado de manera efectiva la problemática de la salud mental. No se han destinado suficientes fondos para ampliar los servicios psicológicos en centros de salud, y la burocracia sigue siendo una barrera infranqueable para aquellos migrantes que intentan acceder a asistencia sanitaria.

La salud mental de los migrantes no puede seguir siendo un tema marginado. Es urgente que el sistema de salud y las políticas públicas tomen en cuenta las necesidades específicas de este colectivo. Se deben implementar soluciones que garanticen el acceso a la atención médica, tanto física como psicológica, y que permitan a los migrantes vivir con dignidad.

Un llamado a la acción: la responsabilidad de la sociedad y el Estado

La invisibilidad de la salud mental en las personas migrantes es un problema que requiere acción inmediata. No se trata solo de un tema de derechos humanos, sino también de una cuestión de justicia social. Ignorar la salud mental de los migrantes no solo perpetúa su sufrimiento, sino que también tiene consecuencias a largo plazo para la cohesión social y el bienestar general de la sociedad española.

Es fundamental que las autoridades reconozcan la gravedad del problema y actúen en consecuencia. Se deben fortalecer las políticas de inclusión sanitaria, aumentar los recursos para la atención psicológica de los migrantes y reducir las trabas administrativas que les impiden acceder al sistema de salud. Además, es imprescindible que la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales continúen presionando para que estas reformas se lleven a cabo.

La dignidad de las personas migrantes debe ser protegida, no solo en lo material, sino también en lo emocional y psicológico. La salud mental no puede seguir siendo un privilegio exclusivo de quienes cumplen ciertos requisitos burocráticos; debe ser un derecho garantizado para todos, sin importar su origen o estatus migratorio. Es hora de que España asuma su responsabilidad y deje de ignorar una crisis que afecta a miles de personas que han depositado su confianza en un país que les prometió un futuro mejor.

Fuente: ibereconomia.es