«La migración no es un problema, sino una oportunidad». Es la afirmación que hace el dominico Xabier Gómez, director del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en vísperas de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que la Iglesia universal celebra este domingo. Lo es, continúa, a nivel social y económico. Y también eclesial: «Los migrantes y la diversidad cultural están revitalizando las comunidades cristianas». Se puede ver, ha añadido, en las parroquias, en los presbiterios y en la vida consagrada.

Una nueva situación que genera desafíos importante para los creyentes. El primero tiene que ver con la mirada sobre los migrantes, para dejar de verlos como tales y sí como vecinos, compañeros de comunidad… y la segunda con la atención espiritual y la acogida. «Si este acompañamiento no lo encuentran en la Iglesia católica hacen una segunda migración hacia las comunidades evangélicas», ha añadido Gómez durante un encuentro informativo.

En su opinión, tanto en el ámbito pastoral como en otros, debe primar el diálogo para que todas las partes salgan ganando a la hora de afrontar cambios. Ha puesto como ejemplo la cuestión de la liturgia, pues muchos migrantes están acostumbrados a celebraciones más largas y festivas, mientras que en España son más sobrias y cortas. En cualquier caso, ha subrayado que la migración puede ser «una ocasión para la conversión personal y pastoral».

Junto a esta preocupación más hacia adentro, el dominico ha insistido en cuestiones que la Iglesia viene denunciando desde hace años. La primera, las muertes en el mar, concretamente en la frontera sur. «No podemos estar tranquilos mientras una persona muera en nuestras costas. No podemos callar reclamando otra manera de regular los flujos migratorios», ha añadido. Una regulación que debe basarse en la dignidad de toda persona humana y en el bien común de la sociedad.

También ha citado el sufrimiento de los familiares de migrantes desaparecidos y los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), «otra frontera dentro de nuestras ciudades» que, en su opinión, deben ser cerrados.

«No es racismo, es aporofobia»

Al hilo de los que plantean los obispos de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y la Movilidad Humana en su mensaje para la citada jornada cuando dicen que «los migrantes son señalados como estorbo, invasores o ciudadanos de segunda», Gómez ha abundado en que el problema en nuestro país «no es de racismo, sino de aporofobia». «Tenemos miedo del migrante porque es pobre», ha sentenciado.

En este sentido, ha censurado que se utilice del dolor de los migrantes «para el enfrentamiento político» y ha recalcado que el migrante «no puede ser objeto de manipulación». Y aunque ha reconocido que «es fácil caer en el discurso del chivo expiatorio», ha recordado que «mucho más lo positivo y la convivencia sana». Por ello, es partidario de que se promuevan «narraciones positivas» sobre la migración y se cuide el lenguaje en los medios de comunicación de la Iglesia.

Con todo, ha dicho que la defensa de la promoción de la vida y la natalidad que hace la Iglesia es «coherente» con la defensa de las personas migrantes. «No es incompatible», ha concluido.

Fuente: alfayomega.es