En los tiempos difíciles los contrastes aumentan, también el contraste en las actitudes y las acciones para con los demás, entre la solidaridad y la explotación. Podría parecer que en estos tiempos de pandemia, de confinamiento y dolor, de problemas graves para el trabajo de tantas personas y familias, la actividad económica en su conjunto está en crisis. Sin embargo, siempre hay quien saca partido de las situaciones duras para la mayoría, y los negocios sucios, ilegales y criminales, mucho más. Hay un refrán antiguo, porque aprovecharse de los demás no es una novedad, que lo describe muy bien: “A rio revuelto, ganancia de pescadores.”

Centrándonos en el tema de la trata de personas, desde marzo pasado no hemos podido participar en este tipo de voluntariados, debido a las normativas de seguridad y cuidado de la salud. Sin embargo, si podemos compartir algo de la experiencia de estos meses, a través de la información de instituciones que han continuado su trabajo, en especial Diaconía y Proyecto Esperanza.

El negocio de la prostitución y la trata no cesó durante los meses de confinamiento, se trasladó al ámbito on line y se convirtió en un servicio a domicilio mucho más difícil de detectar para las ONG y la policía. Una encuesta realizada a varias entidades que trabajan con víctimas de trata pone de manifiesto que los proxenetas buscaron alternativas para saltarse el confinamiento: recurrieron a internet para captar clientes y enviar a las mujeres a domicilios particulares.

Otras muchas mujeres vieron paralizada su actividad y quedaron en condiciones de extrema vulnerabilidad, encerradas en clubes o pisos, confinadas con sus explotadores y sometidas a graves situaciones de violencia y de falta de lo más elemental. Así han adquirido importantes deudas con sus explotadores durante el confinamiento, y el dinero que no pudieron ganar durante esos meses lo tienen que recuperar ahora. Una vez más se nos hace patente que la esclavitud sigue vigente en el mundo, y recordamos que siete de cada diez víctimas son mujeres y niñas.

La grave crisis económica que conlleva la pandemia está generando, como sabemos, una enorme pérdida de puestos de trabajo en la población en general, más en las personas que ya vivían en precariedad, y  está impactando profundamente en las mujeres en situación de exclusión social, en prostitución y víctimas de los delitos de explotación y/o trata sexual.

El Proyecto Esperanza, que reitera su compromiso con las mujeres y sus hijos en situación de exclusión social, en contexto de prostitución, insiste en su profunda preocupación por el grave impacto que está teniendo la situación provocada por la pandemia sobre los colectivos más vulnerables, entre los que se encuentran las mujeres destinatarias de los recursos del Proyecto. Durante el estado de alarma decretado por la Covid-19, los recursos de acogida de la red Adoratrices fueron declarados por el gobierno como servicios esenciales y se atendieron 821 personas. Es importante señalar que un porcentaje elevado de las mujeres atendidas en ese periodo son antiguas usuarias, que habían conseguido salir adelante pero se encontraron de nuevo en una situación económica muy difícil debido a la crisis.

Las entidades que trabajan en este campo inciden en que España es origen, tránsito y destino de la trata de seres humanos a nivel internacional, y en que la pandemia, al  crear nuevas bolsas de pobreza, pone en riesgo de ser explotadas a muchas más personas, migrantes y del país.

Estas entidades insisten al Gobierno que impulse la necesaria Ley integral contra la trata. Consideran de vital importancia trabajar de forma conjunta y coordinada desde el Estado, Comunidades Autónomas, y Municipios, para garantizar la protección social, el acceso a las medidas de apoyo,  incluidas las ayudas económicas que se hagan efectivas, como el acceso al Ingreso Mínimo Vital que aprobó el gobierno a través del Real Decreto-Ley 20/2020 de 29 de mayo y que validó el Congreso el 10 de junio de 2020. Que se resuelvan las grandes dificultades en su tramitación que impide que, aún en la actualidad, la mayoría de las personas solicitantes cobren la ayuda prevista.

Queda patente que esta crisis no ha puesto en crisis la actividad de trata de personas, más bien al contrario, va en aumento, ya que la astucia de los tratantes es cada vez más fina y sutil, encuentra nuevos sistemas de explotación, y en la práctica no se sienten perseguidos por los gobiernos de los distintos países, o por lo menos no perseguidos con la diligencia que cabría esperar de las declaraciones hechas y las leyes aprobadas, debido a que su negocio mantiene e incluso incrementa el nivel de demanda y genera suculentos ingresos. Su impacto económico es más importante que la vida y la dignidad de las personas. Hace casi 2.000 años la carta a los cristianos de Colosas ya los enfrentaba claramente a esta realidad “La codicia es una idolatría.” Y no una idolatría cualquiera, sino una idolatría que se alimenta con vidas humanas.

Dominicas de la Presentación

Observatorio de DDHH Samba Martine