Más vallas en el continenteRobos, palizas y migrantes lanzados al mar en Grecia para devolverlos a Turquía. Naufragios sin rescate en Italia mientras la labor de las ONG es limitada y sus barcos de salvamento son bloqueados en puerto. Tragedias con decenas de fallecidos que acaban sin consecuencias penales o políticas en Ceuta Melilla. El derecho de asilo cuestionado en el Reino Unido posterior al brexit, que ha hecho retroceder sus fronteras hasta el Canal de la Mancha. Persecuciones a refugiados en varios países de la ruta de los Balcanes. Centros de detención de migrantes en pleno corazón de Europa. Estado de excepción en Polonia ante el cruce de refugiados desde Bielorrusia. Países con un dudoso Estado de Derecho encargados de controlar los flujos migratorios hacia el Viejo Continente.

En la última década, las políticas migratorias de numerosos países europeos han traspasado todas las líneas rojas en materia de humanidad. Algunas han rozado la ilegalidad, otras han conllevado delitos que han sepultado los derechos humanos de cientos de miles de personas que huyen de guerras, represión, conflictos o, simplemente, del hambre. El precio político ha sido escaso en una sociedad cada vez más acostumbrada a este drama, que ha normalizado que sean otros los que sufran, aunque sea delante de su propia casa.

“Estamos viendo cosas que jamás pensamos que veríamos. Y todo avanza a mucha más velocidad. Pero la construcción del relato, sobre la migración irregular primero y sobre los refugiados después, como una amenaza para la seguridad lleva ya 20 años instalado”, sostiene Gemma Pinyol, doctora en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y directora de políticas migratorias en Instrategies.

Según explica, 2015, año de la crisis de los refugiados hacia Europa, marca un antes y un después. Nunca se han cumplido las cuotas de acogida y reasentamiento que marcó Bruselas, y hoy los países que se negaban a esa “solidaridad” obligatoria (los países de Visegrado) son los responsables de que no salga adelatante el nuevo Pacto de Migración y Asilo, una de las medidas más importantes para esta legislatura europea.

“Hemos visto cómo se desmantela el sistema de asilo internacional y cómo aumenta la militarización de las fronteras, y en lo único que todos los estados de la UE están de acuerdo es el perseguir la migración irregular, pero no se avanza en acogida de refugiados”, apunta la experta. Y es que esa línea divisoria entre inmigrante irregular y refugiado no existe, en muchos casos, hasta que se está en suelo europeo.

La irrupción de la extrema derecha en gran parte de los arcos parlamentarios europeos son una de las explicaciones más repetidas para esta vuelta de tuerca en la lucha contra la inmigración irregular. Pero es un argumento “simplista”, según varios expertos en migraciones consultados, que recuerdan que España ha sido desde hace décadas pionera en duras políticas de control migratorio en sus fronteras sin que la ultraderecha haya tenido que gobernar.

El diagnóstico es unánime. En nombre de la batalla contra los traficantes de personas se están vulnerando derechos humanos ampliamente asentados e, incluso, derechos civiles.

El derecho de asilo, en riesgo en Reino Unido

El ejemplo del Reino Unido es el más reciente y contundente. El Gobierno conservador de Rishi Sunak prepara una reforma legislativa para reducir drásticamente las llegadas de pateras que cruzan el Canal de la Mancha desde costas francesas, la mayoría para pedir asilo en Reino Unido. El año pasado llegaron más de 45.700 personas por esta peligrosa vía. En 2021 fueron 28.300. En 2020 eran menos de 8.500. El lema es “stop the boats (detener las barcas). Y la fórmula planteada es impedir que la personas que llegan irregularmente en patera pueda pedir asilo, un derecho internacional reconocido por la Convención Ginebra desde 1951.

“Puede que salga adelante o que no. Pero se trata de legitimar políticamente sentimientos populares de protección nacional. Es allanar el camino a políticas cada vez más restrictivas con los migrantes y refugiados, y se hacen buscando apoyo electoral“, apunta Blanca Garcés, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Ámsterdam e investigadora del CIDOB.