El inspector-jefe José Antonio Rivas está al frente de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras de la Policía Nacional, una división del cuerpo que se ocupa de temas muy sociales como “la esclavitud del siglo XXI” -la trata de seres humanos-, atender a los inmigrantes y a los refugiados -aspecto en el que sobresalen los más de 1.000 ucranianos atendidos desde que estalló la guerra- o perseguir la explotación laboral de los inmigrantes en situación irregular.
“Es un trabajo social, no solo policial, y de colaboración con muchísimas instituciones”, declara el responsable policial de Extranjería y Fronteras. La Subdelegación del Gobierno, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, la Fiscalía de Menores, la sección de menores del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS), la Tesorería General de la Seguridad Social o “muchísimas” oenegés son los actores que más asiduamente colaboran con la Brigada de Extranjería, cada una asumiendo un rol diferente.
Por ejemplo, en la lucha contra la trata y la prostitución forzada, las oenegés son el primer escalón al que estas mujeres piden ayuda y son también “las primeras en recoger indicios” que luego la Policía investigará para proteger a la víctima -que “es lo principal”, subraya Rivas- y para desmantelar y detener a los proxenetas.
La mayoría de las mujeres que son obligadas a prostituirse vienen de Sudamérica, donde son captadas por compatriotas “muchas veces con engaños de una oferta de trabajo”. Propuesta que al llegar a España se convierte en un cuarto con una cama donde tener que ejercer, quieran o no, la prostitución para saldar una deuda impuesta por los proxenetas y que crece con “intereses leoninos”, haciendo imposible su devolución.
“Esta cosificación es la esclavitud del siglo XXI, usar a las personas como si fueran cosas”, reflexiona Rivas, que advierte que últimamente también se dan casos de captación de estas mujeres a través de redes sociales.
Las actuaciones en estos casos tienen dos vertientes: la puramente policial y la social. Con la primera se investiga a toda la red, “no solo al que la explotaba, sino todo el camino: quién la captó, el intermediario… todo”. En la captación, subraya, es “fundamental” la cooperación con policías de otros países.
Y se incide muy especialmente en el patrimonio del grupo, con bloqueo de cuentas, incautación de vehículos, el gravamen de bienes inmuebles… “Así es como la organización no despierta de nuevo”, asegura Rivas.
Esta labor más policial se superpone con la social, que busca la reinserción de la víctima, que puede entrar al programa de protección de testigos.
En el camino hacia una vida lo más normal posible, las oenegés vuelven a desempeñar un papel crucial. La Policía hace un seguimiento del proceso y colabora con las entidades, que “ayudan a que estas mujeres rehagan sus vidas”.
Más de 1.000 ucranianos ayudados
A los muy pocos días de que cayeran las primeras bombas en Ucrania, las comisarías de Huesca y Jaca se volcaron en atender a la riada de refugiados ucranianos que llegaron a la provincia. Los agentes de ambas comisarías tramitaron más de 1.000 solicitudes de protección temporal y tal fue la avalancha que ambas unidades se tuvieron que reforzar con más personal.
La Brigada de Extranjería era el “primer contacto” de los ucranianos con España y esos permisos son “la llave a todo tipo de derechos, como la sanidad o la educación”, explica Rivas.
La labor de la Policía no se limitó a sus competencias, sino que visto el drama humano de lo que ocurría en plena Europa y sobre todo “la muy difícil situación en la que estaban los niños” ucranianos -“alguno se asustaba al escuchar las sirenas pensando que eran bombas”, rememora-, todo el cuerpo se volcó con los refugiados, adaptando las oficinas para que fueron lo más acogedoras y amables posible, con juguetes, libros y dibujos para los pequeños. “Te pones en su piel”, asevera Rivas.
El trabajo con los niños, en especial con los que estaban solos, se hizo de manera “muy escrupulosa” para garantizar sus derechos y seguridad. El IASS y la Fiscalía de Menores fueron los otros pilares de esta actuación, mientras que las oenegés y el Colegio de Abogados colaboraban para que tuvieran la mejor estancia posible y en los trámites legales. “Todos tuvimos una gran implicación personal y emocional. Es inevitable”, dice Rivas sobre uno de los momentos profesionales que no se le olvidarán nunca.
Y eso que su unidad trabaja con algunas de las personas en peor situación, para sacarlas de ellas, sí, pero lo que ven es duro y, como explica el propio Rivas, al principio no desconectan. “Piensas en la víctima y te lo llevarías a casa, pero la experiencia te ayuda a poner barreras aunque te sigas implicando profesionalmente al máximo”
Fuente: diariodelaltoaragon.es
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