Las estadísticas son fiel reflejo de una realidad a la que la política ha de atender. España es, tras Grecia, el segundo estado de la UE en el que más ha crecido la recepción de inmigración irregular. En número superior a las 30.000 personas hasta mediado el presente mes de agosto, las costas españolas, fundamentalmente, las de las Islas Canarias, han recibido un 66% más de este tipo de éxodo respecto a lo observado en 2023. Como agravante, muchos de los que alcanzan tierra firme europea son menores no acompañados, situación que ha dejado al descubierto las costuras de los planes, programas y equipamientos existentes en el Estado, incapaces de atender una exigencia social de primer orden, y la mezquindad de los discursos políticos de partidos como Vox, e incluso, el PP, que entienden que apelar al miedo a algo irreal van a alcanzar las cotas de poder que la urnas les han negado de momento. En cualquier caso, la evidencia dicta que la llegada de este tipo de migrantes no va a cesar, y menos si en sus respectivos lugares de origen, como Mauritania o Malí, la situación roza lo inconcebible, con guerras, hambrunas, tráficos ilícitos y Estados a un paso de desfallecer ante el empuje de movimientos yihadistas, mafias e intereses espurios y en los que la política exterior de los países europeos ha fracasado de manera sonora. Allí ha viajado Pedro Sánchez para fomentar una mínima colaboración internacional que ayude a cortar o atenuar la crisis migratoria actual, que ha derivado en un problema humano y humanitario de primer grado. Pese a todo ello, no hay que perder el foco, ya que la migración regular supera con creces a la irregular. De hecho, según los datos del INE, cuatro de cada diez nuevos empleos en el primer semestre de este año han sido ocupados por extranjeros, que ya son casi el 14% de quienes trabajan en un Estado que necesita de estos empleados para mantener su capacidad económica y su sistema de pensiones, muy aquejado por los bajísimos índices de natalidad. Sin perder de vista la atención humanitaria necesaria y precisa en los casos que así sea, los diferentes gobiernos deben de enfrentarse con inteligencia al reto de gestionar la asimilación de estos ciudadanos y cortar de raíz aquellos discursos que utilizan a los más débiles como arma para despertar los más bajos instintos.

Fuente: noticiasdenavarra.com