En su primer discurso en Awali, el Santo Padre ha señalado además la emergencia de la crisis laboral mundial: “Que se garanticen en todas partes condiciones laborales dignas”

El Papa Francisco aterrizó a las 16:36 en Bahréin tras un viaje de casi 5 horas y su primer encuentro fue con las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático del país en el Sakhir Royal Palace. El Santo Padre empieza así su viaje visitando la ciudad de Awali y en su primer discurso ha querido agradecer al Rey “la amable invitación a visitar el Reino de Bahréin”.

La Ceremonia de Bienvenida ha tenido lugar en el atrio del Palacio Real, donde 21 salvas de cañón han dado la acogida protocolar al Papa, y donde se han llevado a cabo los himnos de cada estado ante la presencia del rey Hamad bin Isa Al Jalifa, autoridades políticas y religiosas, el Cuerpo Diplomático y los Representantes de la Sociedad Civil. Aquí el Papa ha pronunciado el primer discurso de su 39º Viaje Apostólico Internacional.

“Deseo dirigir una palabra de amistad y afecto a quienes viven en este país; a cada creyente, a cada persona y a cada familia, que la Constitución de Bahréin define “piedra angular de la sociedad”. A todos les expreso mi alegría de estar con ustedes”, ha dicho el Papa al principio de su discurso.

El Santo Padre ha explicado que mientras se preparaba para este viaje, descubrió la existencia de un “emblema de vitalidad que caracteriza el país. Me refiero al así llamado “árbol de la vida”, en el que quisiera inspirarme para compartir algunos pensamientos […] parece imposible que un árbol tan longevo resista y prospere en tales condiciones. Según dicen, el secreto está en las raíces, que se extienden por decenas de metros bajo el suelo, alcanzando depósitos de agua subterráneos”. Francisco ha destacado como esta tierra “ha sido siempre lugar de encuentro entre poblaciones diversas”.

La mayor riqueza de este país, según el Papa, es su “variedad étnica y cultural, la convivencia pacífica y la tradicional hospitalidad de la población”. “Los numerosos grupos nacionales, étnicos y religiosos que aquí coexisten testimonian que se puede y se debe convivir en nuestro mundo, convertido desde hace décadas en una aldea global en la que, a pesar de dar por sentada la globalización, es todavía desconocido en muchos sentidos “el espíritu de la aldea”: la hospitalidad, la búsqueda del otro, la fraternidad”.

Francisco ha alertado que en los últimos tiempos está creciendo “la indiferencia y la sospecha recíproca, la expansión de rivalidades y contraposiciones que se pensaban superadas, populismos, extremismos e imperialismos que ponen en peligro la seguridad de todos”. El Santo Padre ha pedido así no dejar evaporar “la posibilidad del encuentro entre civilizaciones, religiones y culturas, ¡no permitamos que se sequen las raíces de lo humano! ¡Trabajemos juntos, trabajemos por todos, por la esperanza!”.

El Obispo de Roma ha subrayado además como los temas del respeto, la tolerancia y la libertad religiosa “han de ser puestos en práctica constantemente, para que la libertad religiosa sea plena y no se limite a la libertad de culto; para que la misma dignidad y la igualdad de oportunidades sean reconocidas concretamente a cada grupo y a cada persona; para que no haya discriminaciones y los derechos humanos fundamentales no sean violados, sino promovidos. Pienso principalmente en el derecho a la vida, en la necesidad de garantizarlo siempre”.

El Papa ha hecho también referencia al tema de la inmigración en Bahréin: “Cerca de la mitad de la población residente es extranjera y trabaja de modo notable por el desarrollo de un país en el que, aun habiendo dejado la propia patria, se siente en casa”. Aún así, Francisco ha advertido que “el trabajo aún es muy escaso, y hay demasiado trabajo deshumanizador. Eso no sólo conlleva graves riesgos de inestabilidad social, sino que representa un atentado a la dignidad humana”.

Desde Bahréin, el Papa ha señalado la emergencia de la crisis laboral mundial: “A menudo el trabajo, valioso como el pan, falta; frecuentemente es pan envenenado, porque esclaviza. En ambos casos, en el centro ya no está el hombre; que, de ser el fin sagrado e inviolable del trabajo, se reduce a un medio para producir dinero. Por lo tanto, que se garanticen en todas partes condiciones laborales seguras y dignas del hombre, que no impidan sino que favorezcan la vida cultural y espiritual; que promuevan la cohesión social, en favor de la vida común y del mismo desarrollo de los países”.

Entre los temas de su primer discurso en Bahréin también ha tenido espacio la cuestión ambiental: “Cuántos árboles son derribados, cuántos ecosistemas devastados, cuántos mares contaminados por la insaciable avidez del hombre, que después se le vuelve en contra. No nos cansemos de trabajar por esta dramática emergencia, tomando decisiones concretas y con amplitud de miras, adoptadas pensando en las generaciones jóvenes, antes de que sea demasiado tarde y su futuro se comprometa”.

Por último, el Papa no se ha olvidado de la guerra, otro de los temas de más actualidad: “Siembra destrucción en todas partes y erradica la esperanza. En la guerra emerge el lado peor del hombre: el egoísmo, la violencia y la mentira. Sí, porque la guerra, toda guerra, representa también la muerte de la verdad. Rechacemos la lógica de las armas e invirtamos la ruta, convirtiendo los enormes gastos militares en inversiones para combatir el hambre, la falta de asistencia sanitaria y de instrucción. Tengo el corazón lleno de dolor por tantas situaciones de conflicto”.

Francisco ha hecho un ulterior llamamiento por la paz: “¡Que callen las armas, comprometámonos en todas partes y realmente por la paz! “Estoy aquí como creyente, como cristiano, como hombre y peregrino de paz, porque hoy más que nunca estamos llamados, en todo el mundo, a comprometernos seriamente por la paz”, así ha finalizado su primer discurso el Papa Francisco en el Reino de Bahréin.

Fuente. cope.es