ras una pandemia que dejó en evidencia la importancia de las labores que realizan las personas migrantes en España deberíamos preguntarnos quién cuidará de las mujeres mayores migrantes cuando el sistema laboral, que las incluye de manera perversa, las desecha al no poder seguir explotándolas.
Una vez que las mujeres migrantes toman la decisión de abandonar su país de origen o se ven forzadas a hacerlo, en el país destino dedican la mayor parte de su tiempo al trabajo. Trabajo precario centrado mayoritariamente en labores de cuidados, porque la experiencia profesional que pueden traer pocas veces se les reconoce como válida para insertarse en el mercado laboral.
Esa dedicación, casi exclusiva al trabajo, unida a diversos factores asociados a las personas migrantes —cambio cultural, situación administrativa, recursos económicos— complica que creen redes de apoyo estables durante la etapa de su vida que son empleables para la sociedad.
De todas las trabajadoras del hogar y de los cuidados, según los datos recabados por OXFAM-Intermón en 2021, el 56% son de nacionalidad extranjera. A partir de los 50 años las posibilidades de empleabilidad en el sector doméstico y de los cuidados resulta difícil, por tratarse de un trabajo que requiere de agilidad y destreza corporal; y porque a esta edad las mujeres migrantes que se han dedicado al sector de los cuidados durante años presentan enfermedades o lesiones por el prolongado esfuerzo físico.
Las mujeres migrantes una vez que han llegado a la edad en la que no son empleables por la sociedad a la que han emigrado quedan relegadas a la soledad y exclusión social, sin una red de contacto sólida en la que apoyarse.
La soledad no deseada y exclusión social forzada, además de afectar las relaciones interpersonales y las futuras redes de apoyo de estas mujeres, también afecta su salud física y emocional. La lista de problemas derivados de la soledad no deseada incluye ansiedad, depresión, abandono de la higiene personal, malnutrición o conductas adictivas, hasta trastornos del sueño.
Sumado a los trastornos en la salud, la intersección de desigualdades y discriminaciones en relación al género, clase, origen, estatus laboral y administrativo y étnico-racial incrementan la vulnerabilidad de las mujeres migrantes mayores en España.
El trabajo de los cuidados y del hogar y la migración guardan una relación histórica perversa. La cadena global de cuidados visibiliza de forma clara y contundente cómo el mantenimiento de la economía se sustenta en el trabajo invisible y no remunerado o muy precario de mujeres migrantes que viajan de su país a otros en busca de mejores condiciones de vida, y para ello dejan a sus hijos e hijas al cuidado de otras mujeres, mientras ellas cuidan en el país destino de los hijos y las hijas de la nueva sociedad.
Esta relación perversa donde la mujer migrante se encuentra en desventaja se ha visto reforzada por los instrumentos jurídicos y las políticas migratorias del Estado español, que vulneran la vida y los derechos de quienes en la búsqueda de una vida digna terminan expuestas a diferentes tipos de explotaciones.
Los recortes de los servicios públicos tienen una clara incidencia en el desequilibrio en las relaciones de género. En un gran porcentaje las familias españolas que requieren una persona para el trabajo de los cuidados y del hogar terminan transfiriendo esta labor a una mujer migrante; lo que antes hacían las madres, las abuelas, las esposas o las hijas mayores ahora lo hacen las migrantes. Un fracaso total del Estado, que transfiere a una tercera persona, en situación de vulnerabilidad, la responsabilidad de los cuidados y a través de esta acción sigue perpetuando los roles de género y de clase.
Pero esta no ha sido la única incompetencia del Estado español ante la situación de inseguridad laboral que viven las mujeres migrantes que se dedican al trabajo del hogar y los cuidados. La ley de extranjería dificulta a las personas extranjeras obtener permisos de trabajo y residencia legal en España, mientras que las legislaciones que regulan el trabajo doméstico resultan insuficientes, y en muchas ocasiones laxas, ante las situaciones de explotación laboral a la que se ven sometidas las trabajadoras del hogar y los cuidados.
Esto significa que muchas mujeres migrantes que se dedican a la labor de los cuidados y del hogar en España se encuentran dentro de un mercado laboral malicioso que se desarrolla en condiciones de desprotección e inestabilidad, al margen de las administraciones y de manera informal; sin contrato de trabajo y reforzando la vulneración de los derechos de las mujeres migrantes.
En muchos casos trabajar de interna, en régimen de exclavitud y sin contrato resulta el único camino para lograr regularizar su situación administrativa. La ley de diciembre de 2021 que regula el trabajo de las empleadas del hogar y los cuidados en España establece medidas específicas para mejorar las condiciones laborales y de seguridad social de las empleadas del hogar y los cuidados, reconociéndolas como trabajadoras con los mismos derechos y obligaciones que el resto de los trabajadores y trabajadoras del Estado español.
Estas medidas para muchas llegan tarde, y resultan insuficientes. Las mujeres migrantes mayores que hoy están en edad de jubilación y que han trabajado en las labores del hogar y los cuidados lo hicieron en empleos precarios y mal remunerados durante gran parte de su vida laboral, sin seguridad social y en condiciones de desprotección, lo que ha dificultado que puedan cotizar lo suficiente para una pensión de jubilación.
Las modificaciones o ampliaciones en la ley que regula el trabajo de las empleadas del hogar y los cuidados en España no tienen en consideración las circunstancias anteriormente mencionadas, dejando fuera a estas mujeres, sin la posibilidad de una prestación que les ayude a vivir una vida digna, ahora que son mayores y no pueden valerse de su cuerpo para seguir dentro de la cadena de producción que les exige una sociedad capitalista e individualista, que prioriza la producción por encima del cuidado de los cuerpos de las mujeres mayores que un día cuidaron de nosotras.
Ante la imposibilidad de seguir trabajando y viéndose abocadas a una vida de miseria, algunas mujeres migrantes deciden volver a su país, pero otras prefieren vivir una vida menos digna y en soledad en España, ante la vergüenza de volver a su país de origen sin dinero suficiente para mantenerse durante lo que les resta de vida.
La realidad es que hoy a las mujeres migrantes mayores en España que se encuentran sin una red de apoyo sólida, enfermas o en situación de dependencia el Estado les ha dado la espalda en el momento que dejaron de ser útiles al sistema y productivas para el mercado de trabajo.
Esta situación no resulta novedosa para un gran número de mujeres, quienes llevan años sufriendo las consecuencias de un Estado incapaz, y luchando por salir de un sector que está sumido en la inestabilidad y la desprotección. Pero el problema está tan lejos de ser un tema de debate que en la actualidad en España no existen asociaciones que aborden esta problemática, de manera específica.
A lo largo del territorio español podemos enumerar diferentes organizaciones que tienen como objetivo apoyar a mujeres migrantes en situación de vulnerabilidad, y abordan a través de sus programas la intersección de factores como la edad, el origen étnico, la raza y el género, pero ninguna responde a la pregunta que abre este artículo ¿Quién cuidará de las mujeres migrantes mayores que se han dedicado a las labores de los cuidados y el hogar? siempre queda fuera la condición del trabajo.
Existen organizaciones que se han acercado a la problemática atendiendo al tema del origen, el género y la edad, pero no específicamente en el sector doméstico, como es el caso de Casa Bibi. Un proyecto de la Asociación Karibu que brinda un espacio de encuentro y apoyo a mujeres mayores de origen africano que viven en España. Desde su apertura en octubre de 2022, este proyecto tiene como objetivo abordar los desafíos y oportunidades que surgen del envejecimiento y los movimientos migratorios, dos fenómenos sociodemográficos significativos en la actualidad.
Las participantes de Casa Bibi incluyen tanto mujeres de origen africano que han envejecido en España como aquellas que han migrado recientemente desde África. Aunque existen asociaciones como Casa Bibi y otras que trabajan por brindar una vida digna a las mujeres migrantes seguimos sin obtener una respuesta a la pregunta que abre este artículo.
Con casi tres millones de mujeres migrantes oficialmente registradas en el país, según datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), resulta crucial que pongamos fin a la invisibilidad de las mujeres migrantes mayores que han dedicado sus vidas al trabajo del hogar y los cuidados. La pandemia ha destacado la esencialidad de su labor, pero también ha expuesto la falta de apoyo y reconocimiento que reciben. La pregunta persiste: ¿Quién cuidará de las mujeres migrantes mayores que han dedicado su vida a los trabajos del hogar y los cuidados? Las respuestas a esta pregunta deben ser múltiples y efectivas.
Reconocimiento y valoración de la contribución
Primero y ante todo, debemos reconocer y valorar la inmensa contribución que estas mujeres han realizado en la sociedad a lo largo de sus vidas. Sus esfuerzos incansables en el ámbito del cuidado han permitido que muchas familias españolas prosperen y que la economía nacional se fortalezca. Esto implica no solo un reconocimiento simbólico, sino también medidas concretas que impacten en su bienestar.
Investigación y recopilación de datos precisos
Al escribir este artículo quedó en evidencia la falta de datos precisos y de referencias sobre la situación de las mujeres migrantes mayores. Para abordar sus necesidades de manera efectiva, es necesario llevar a cabo investigaciones exhaustivas que proporcionen una visión clara de sus condiciones de vida, sus desafíos y sus recursos disponibles. Estos datos son esenciales para la formulación de políticas efectivas.
Desarrollo de políticas inclusivas
Finalmente, la implementación de políticas inclusivas y adecuadas es fundamental. Estas políticas deben ser sensibles a la diversidad cultural y considerar las necesidades específicas de las mujeres migrantes mayores en términos de cuidado, salud y bienestar. La inclusión de estas mujeres en el diseño de políticas es esencial para garantizar que sus voces y experiencias sean tenidas en cuenta.
En última instancia, la respuesta a la pregunta planteada en este artículo no debe ser incierta ni ignorada. Debemos comprometernos a cuidar de las mujeres migrantes mayores que han dedicado sus vidas a los trabajos del hogar y los cuidados. Solo entonces estaremos construyendo una sociedad verdaderamente inclusiva, feminista y diversa, donde todas las mujeres, sin importar su origen o edad, puedan envejecer con la dignidad y el respeto que merecen.
Fuente: elsaltodiario.com
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