“La realidad migratoria en Canarias es dura, tiene muchas aristas”, afirma Mazuelos, que subraya que en Canarias “se juntan la migración fruto de la guerra, la pobreza extrema, los menores no acompañados y la migración latinoamericana”, explica.
Esta mezcla de situaciones genera una presión social y humanitaria que, a juicio del obispo, no siempre encuentra la respuesta adecuada. “Lo que ocurre en Canarias es que los migrantes, cuando llegan, no pueden seguir su camino hacia Europa. Están atrapados aquí, sin papeles, sin posibilidad de trabajar, viviendo en una cárcel sin muros”, lamenta.
La ‘Ruta Atlántica’ es una de las más mortales del mundo. Solo en 2024, murieron 9.757 personas tratando de alcanzar Canarias, una media de 28 muertes al día. “La tragedia es tan enorme que hasta los barcos negreros tenían más cuidado de no perder a sus pasajeros”, denuncia Mazuelos.
Por eso, el obispo propone soluciones alternativas: “Necesitamos programas de formación en origen, que permitan a los jóvenes venir de forma segura, trabajar unos meses y regresar a sus hogares con dignidad”.
La Iglesia como refugio y esperanza
Desde hace años, la Iglesia en Canarias no solo proporciona ayuda material, sino que ofrece escucha, apoyo emocional y acompañamiento en el proceso de integración. María José Bahet, voluntaria de Cáritas de Canarias, describe su labor.
“Fundamentalmente escuchamos, porque cada persona trae una carga vital inmensa. Nuestra tarea es atenderlos como nos gustaría ser atendidos nosotros si estuviéramos en su situación”.
La experiencia del desbordamiento en el Muelle de Arguineguín, que llegó a ser conocido como el “Muelle de la Vergüenza” en 2020, supuso un punto de inflexión. “Nos vimos desbordados, pero también nos obligó a reorganizarnos y trabajar en red entre todas las cáritas parroquiales”, recuerda Bahet.
‘Proyecto Boza’: dignidad en medio de la adversidad
Uno de los proyectos emblemáticos de Canarias para la atención de las personas migrantes es el ‘Proyecto Boza’, impulsado por el párroco José Antonio Benítez. “Este proyecto surgió para dar apoyo a los jóvenes migrantes que entraban en prisión acusados de ser patrones de pateras”, ha detallado.
El acompañamiento comienza en condiciones muy duras: “Mi primer contacto con ellos es en situación de privación de libertad. Lo primero es poder contactar con su familia, y luego escucharlos como personas, como hermanos”, subraya Benítez.
Sin embargo, el párroco lamenta la falta de apoyo institucional: “Estamos desbordados. Las políticas actuales no están dando respuestas y, aunque la Iglesia plantea alternativas, rara vez somos escuchados”.
Corredores de hospitalidad: una luz en el camino
Frente a la saturación de recursos en las islas, la Iglesia impulsó los “corredores de hospitalidad”, una iniciativa para reubicar a jóvenes migrantes en diócesis de la Península donde puedan formarse y reconstruir su vida. “Queremos acoger a los más pobres entre los pobres, a esos jóvenes abandonados en el sur de la isla”, explica el obispo de Canarias, José Mazuelos.
No obstante,, el proceso no está exento de dificultades. “La burocracia y los antecedentes penales complican la selección de los beneficiarios”, admite el obispo. Aun así, valora el esfuerzo colectivo: “Las diócesis se han mostrado solidarias. Es un primer paso que debe ampliarse”.
La España vaciada: oportunidad para la integración
Una de las grandes esperanzas para los migrantes es la llamada ‘España vaciada’. En pueblos como Artenara, en Gran Canaria, la acogida de menores migrantes ha revitalizado escuelas y comunidades. “El alcalde de Artenara abrió una residencia para 40 niños migrantes. Un colegio que iba a cerrar ahora tiene vida gracias a ellos”, relata Mazuelos.
Para el obispo, esta experiencia demuestra que, lejos de ser un problema, la migración puede ser una solución a la despoblación: “Si trabajáramos todos juntos, veríamos que estamos preparados para integrar, pero necesitamos voluntad y planificación”.
Una respuesta desde la fe y la humanidad
El titular de la diócesis de Canarias no duda al señalar que la acogida no debe ser solo una política social, sino una exigencia evangélica: “Si tomáramos en serio el Evangelio, no existirían cristianos que tengan actitudes antievangélicas respecto a los migrantes. Hemos puesto la ideología por encima de nuestra fe”, denuncia.
Por eso, insiste en la necesidad de recuperar valores: “La migración nos enseña que no podemos caer en el individualismo radical. Nosotros también fuimos migrantes. Tenemos que ver en cada uno de ellos la riqueza que aporta”.
Historias que dan rostro a la migración
Sekou Traoré es un joven de Mali que tardó cuatro años en llegar a Canarias tras atravesar cinco países. “Después de todo el sufrimiento, encontré aquí a personas que me ayudaron a seguir adelante y no perder la esperanza”, cuenta Sekou.
O el de Fermina, una madre de acogida que abrió su hogar a un joven migrante: “La gente me decía que era valiente, pero yo solo seguí mi corazón. Ahora tengo un hijo más”, afirma emocionada.
Fuente: cope.es
Leave A Comment