La mayoría de casos que lleva la Unidad Central de Tráfico de Seres Humanos de los Mossos y su grupo de atención a las víctimas están relacionados con la explotación sexual. Se trata de mujeres captadas en sus países de origen por mafias organizadas: son traídas a España con la falsa promesa de un futuro laboral y acaban prostituidas en locales, en condiciones sanitarias precarias y, en muchos casos, son obligadas a tomar drogas para facilitar su control.
Desde la pandemia del covid, las víctimas del tráfico de personas que son destinadas a la prostitución han desaparecido de las calles y se encuentran en locales o pisos. La trata, por tanto, se ha vuelto más clandestina y más difícil para la investigación policial: no se puede acceder a los inmuebles sin orden judicial. En este nuevo contexto, los Mossos están detectando una nueva variante de la explotación sexual: las mujeres que son obligadas a emitir por internet contenido pornográfico.
Las bandas captan a las mujeres tras verlas en vídeos en su país para traerlas engañadas y prostituirlas
Según los investigadores, se trata de mujeres muy jóvenes, de 18 y 19 años, que son captadas en Sudamérica, principalmente en Colombia y Venezuela, a partir de vídeos en redes sociales o de imágenes en las que se las ve bailando. Las mafias suelen engañarlas prometiéndoles un trabajo en España, a veces de camarera, de peluquera o incluso comercializando su contenido artístico. Cuando llegan aquí las obligan a hacer ‘shows’ eróticos o pornográficos ante la cámara durante varias horas al día.
Para ello las suelen amenazar, les quitan el pasaporte y les recuerdan que, si las encuentran, las expulsarán del país, de forma parecida a como hacen con la explotación sexual física. Por el momento, los Mossos no han recibido denuncias directas por parte de estas víctimas pero tienen constancia del fenómeno por referencia de otras afectadas.
“Cadenas invisibles”
Los agentes destacan las dificultades para que una víctima denuncie y mantenga la acusación hasta el final del proceso judicial, que puede alargarse durante años. De hecho, el gran grueso de mujeres en esta situación sufren lo que los investigadores denominan “cadenas invisibles”. A menudo, las alternativas a la explotación son igualmente duras: en sus países están expuestas a la pobreza extrema y al riesgo de morir por extorsión. Además, algunas logran enviar parte de lo que ganan a sus familias, lo que refuerza sus ataduras.
Por tanto, a pesar de los abusos y de la explotación sexual, las denuncias son minoritarias. Ante esta situación, los miembros del grupo de atención a las víctimas se dedican a asesorar y acompañar a las personas que dan el paso, tanto en el ámbito de la explotación sexual como laboral o delictiva. Esta unidad suele acompañar a las afectadas durante la tramitación judicial y ofrece la máxima seguridad, como testigos protegidos, a las víctimas en riesgo, con medidas como cambios de domicilios a otras ciudades fuera de Catalunya para evitar ser localizadas.
Ocho liberadas
A finales del año pasado, los Mossos rescataron a ocho víctimas que eran explotadas sexualmente en dos locales de Poblenou y vivían en condiciones precarias. A algunas de las mujeres, la banda las había captado en sus países de origen en Sudamérica, como Colombia o Honduras, donde ya se habían iniciado en páginas web de ‘streaming’ de contenido sexual. Con falsas promesas las habían trasladado hasta Barcelona.
En la ciudad las obligaban a prostituirse: la organización se quedaba con más de la mitad de las ganancias obtenidas. En la operación se detuvo a dos mujeres y a un hombre de entre 35 y 60 años por pertenecer a una banda de tráfico de seres humanos en su vertiente de explotación sexual.
Reclutadas en Sudamérica
Una de las últimas operaciones contra el tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual que afectó a Catalunya tuvo lugar a inicios de octubre de este año. El Juzgado de Instrucción 31 de Barcelona investiga a una banda criminal que se dedicaba a reclutar mujeres en Sudamérica y traerlas engañadas a España para prostituirlas. Para ello, los sospechosos empleaban a una persona que controlaba a las víctimas y las mantenía encerradas en pisos-prostíbulo.
También ‘adquirían’ víctimas a otras bandas. Una de las mujeres liberadas, por ejemplo, había sido captada en Sudamérica por una estructura paramilitar y trasladada posteriormente a varios países asiáticos. Finalmente, acabó explotada en locales de diversas provincias españolas.
Fuente: elperiodico.com
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